sábado, 31 de marzo de 2018

EVANGELIO DEL SÁBADO SANTO VIGILIA PASCUAL DE LA RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO 31 DE MARZO

Jesús de Nazaret, que fue crucificado, resucitó.




Proclamación del santo Evangelio según san Marcos 16, 1-7


Transcurrido el sábado, María Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salomé, compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, se dirigieron al sepulcro. Por el camino se decían unas a otras: "¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?" Al llegar, vieron que la piedra ya estaba quitada, a pesar de ser muy grande.

Entraron en el sepulcro y vieron a un joven, vestido con una túnica blanca, sentado en el lado derecho, y se llenaron de miedo. Pero él les dijo: "No se espanten. Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto. Ahora vayan a decirles a sus discípulos y a Pedro: 'El irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán, como él les dijo' ".

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.





viernes, 30 de marzo de 2018

EVANGELIO DEL VIERNES SANTO DE LA PASIÓN Y MUERTE DE NUESTRO SEÑOR 30 DE MARZO


PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN (18, 1-19, 42)





Apresaron a Jesús y lo ataron


En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí Él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos.



Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas.

Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo:
"¿A quién buscan?"

Le contestaron:
"A Jesús, el nazareno".

Les dijo Jesús:
"Yo soy".

Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles 'Yo soy', retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar:
"¿A quién buscan?"

Ellos dijeron:
"A Jesús, el nazareno".

Jesús contestó:
"Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan".

Así se cumplió lo que Jesús había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me diste".

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
"Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?".

Llevaron a Jesús primero ante Anás

El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: "Conviene que muera un solo hombre por el pueblo".

Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro:

"¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?"

Él dijo:
"No lo soy".

Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó:
"Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho".

Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús, diciéndole:
"¿Así contestas al sumo sacerdote?"

Jesús le respondió:
"Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?"

Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.
¿No eres tú también uno de sus discípulos'? No lo soy
Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron:
"¿No eres tú también uno de sus discípulos?" 

Él lo negó diciendo:
"No lo soy".

Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo:
"¿Qué no te vi yo con Él en el huerto?"

Pedro volvió a negarlo y enseguida cantó un gallo.

Mi Reino no es de este mundo

Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua. Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo:
"¿De qué acusan a este hombre?"

Le contestaron:
"Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos traído".

Pilato les dijo:
"Pues llévenselo y júzguenlo según su ley". 

Los judíos le respondieron:
"No estamos autorizados para dar muerte a nadie".

Así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.

Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
"¿Eres tú el rey de los judíos?" 

Jesús le contestó:
"¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?"
Pilato le respondió:
"¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?"

Jesús le contestó:
"Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí".

Pilato le dijo:
"¿Conque tú eres rey?" . 

Jesús le contestó:
"Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz".

Pilato le dijo:
"¿Y qué es la verdad?"

Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo:
"No encuentro en Él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?"

Pero todos ellos gritaron: "¡No, a ése no! ¡A Barrabás!" (el tal Barrabás era un bandido).

¡Viva el rey de los judíos!

Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura y, acercándose a Él, le decían:
"¡Viva el rey de los judíos!"

Y le daban de bofetadas.

Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
"Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en Él ninguna culpa".

Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
"Aquí está el hombre".

Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores, gritaron:
"¡Crucifícalo, crucificalo!"

Pilato les dijo:
"Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en Él".

Los judíos le contestaron:
"Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado hijo de Dios".

Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: 
"¿De dónde eres tú?"

Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces: 
"¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?" 

Jesús le contestó:
"No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor".
¡Fuera, fuera! Crucificalo

Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
"¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César!; porque todo el que pretende ser rey, es enemigo del César". 

Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
"Aquí tienen a su rey".

Ellos gritaron:
"¡Fuera, fuera! ¡Crucificalo!"

Pilato les dijo:
"¿A su rey voy a crucificar?"

Contestaron los sumos sacerdotes: "No tenemos más rey que el César".

Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Crucificaron a Jesús, y con Él a otros dos

Tomaron a Jesús, y Él, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado "la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con Él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo encima de la cruz; en él estaba escrito: "Jesús el nazareno, el rey de los judíos". Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. 

Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: 
"No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy rey de los judíos".

Pilato les contestó:
"Lo escrito, escrito está". 

Se repartieron mi ropa

Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron:
"No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca".

Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Y eso hicieron los soldados.

Ahí está tu hijo-Ahí está tu madre

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, Maria la de Cleofás, y Maria Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre:
"Mujer, ahí está tu hijo".

Luego dijo al discípulo:
"Ahí está tu madre".

Y desde aquella hora el discípulo se la llevó a vivir con él.

Todo está cumplido

Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
"Tengo sed".

Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo:
"Todo está cumplido".

E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.

Inmediatamente salió sangre y agua

Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con Él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.

El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y Él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
Vendaron el cuerpo de Jesús y lo perfumaron

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe.

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se acostumbra enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la preparación de la Pascua y el sepulcro estaba cerca, allí pusieron a Jesús. 

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.






jueves, 29 de marzo de 2018

EVANGELIO DEL JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR 29 DE MARZO

Los amó hasta el extremo.







Proclamación del santo Evangelio según san Juan: 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.

Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: "Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?" Jesús le replicó: "Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde". Pedro le dijo: "Tú no me lavarás los pies jamás". Jesús le contestó: "Si no te lavo, no tendrás parte conmigo". Entonces le dijo Simón Pedro: "En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos". Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: 'No todos están limpios'.

Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan".

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.




miércoles, 28 de marzo de 2018

EVANGELIO DEL MIÉRCOLES SANTO 28 DE MARZO

¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado!







Proclamación del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: ¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?" Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselos. El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: "¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?" El respondió: "Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: `El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa'. 

Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban, les dijo: "Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme". Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: "¿Acaso soy yo, Señor?" Él respondió: "El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de Él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido". Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: "¿Acaso soy yo Maestro?" Jesús le respondió: "Tú lo has dicho".


Palabra del Señor. 


Gloria a ti, Señor Jesús.




martes, 27 de marzo de 2018

EVANGELIO DEL MARTES SANTO 27 DE MARZO

Uno de ustedes me entregará. No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.




SAN RUPERTO DE SALZBURGO OBISPO

Proclamación del santo Evangelio según san Juan 13, 21-33.36-38

En aquel tiempo, cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y declaró: "Yo les aseguro que uno de ustedes me va a entregar". Los discípulos se miraron perplejos unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha. Simón Pedro le hizo una seña y le preguntó: "¿De quién lo dice?" Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: "Señor, ¿quién es?" Le contestó Jesús: "Aquel a quien yo le dé este trozo de pan, que voy a mojar". Mojó el pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote; y tras el bocado, entró en él Satanás.

Jesús le dijo entonces a Judas: "Lo que tienes que hacer, hazlo pronto". Pero ninguno de los comensales entendió a qué se refería; algunos supusieron que, como Judas tenía a su cargo la bolsa, Jesús le había encomendado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el bocado, salió inmediatamente. Era de noche.

Una vez que Judas se fue, Jesús dijo: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará. 

Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Me buscarán, pero como les dije a los judíos, así se lo digo a ustedes ahora: 'A donde yo voy, ustedes no pueden ir'. Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿a dónde vas?" Jesús le respondió: "A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; me seguirás más tarde". Pedro replicó: "Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti". Jesús le contestó: "¿Conque darás tu vida por mí?

Yo te aseguro que no cantará el gallo, antes de que me hayas negado tres veces".


Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.



PALABRA DE DIOS DIARIA


lunes, 26 de marzo de 2018

EVANGELIO DEL LUNES SANTO 26 DE MARZO

Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura.




SAN BRAULIO OBISPO


Proclamación del santo Evangelio según san Juan 12, 1-11


Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Martha servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los pies con él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume.


Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregar a Jesús, exclamó: "¿por qué no se ha vendido ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?" Esto lo dijo, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa, robaba lo que echaban en ella.

Entonces dijo Jesús: "Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán". Mientras tanto, la multitud de judíos, que se enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús. 

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.




domingo, 25 de marzo de 2018

EVANGELIO DEL DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR 25 DE MARZO

Bendito el que viene en nombre del Señor.





Proclamación del Santo Evangelio según san Marcos 11, 1-10.

Cuando Jesús y los suyos iban de camino a Jerusalén, al llegar a Betfagé y Betania, cerca del monte de los Olios, les dijo a dos de sus discípulos: “Vayan al pueblo que ven allí enfrente; al entrar, encontrarán amarrado un burro que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganmelo. Si alguien les pregunta por qué lo hacen, contéstenle: ‘El Señor lo necesita y lo devolverá pronto’”. “Fueron y encontraron al burro en la calle, atado junto a una puerta, y lo desamarraron. Algunos de los que allí estaban les preguntaron: "¿Por qué sueltan al burro?" Ellos les contestaron lo que había dicho Jesús y ya nadie los molestó.


Llevaron el burro, le echaron encima los mantos y Jesús montó en Él. Muchos extendían su manto en el camino, y otros lo tapizaban con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante de Jesús y los que lo seguían, iban gritando vivas: "¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en el cielo!". 

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.


PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN SAN MARCOS 14, 1-15, 47




(La + se refiere a Cristo; la C, al cronista, y la S, a la sinagoga u otros).

C Faltaban dos días para la fiesta de Pascua y de los panes Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando una manera de apresar a Jesús a traición y darle muerte, pero decían:


S "No durante las fiestas, porque el pueblo podría amotinarse".

C Estando Jesús sentado a la mesa, en casa de Simón el leproso, en Betania, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y derramó el perfume en la cabeza de Jesús.
Algunos comentaron indignados:

S "¿A qué viene este derroche de perfume? Podía haberse vendido por más de trescientos denarios para dárselos a los pobres". 

C Y criticaban a la mujer; pero Jesús replicó:

+"Déjenla. ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo está bien, porque a los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran; pero a mí no me tendrán siempre. Ella ha hecho lo que podía. Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura.

+Yo les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el Evangelio, se recordará también en su honor lo que ella ha hecho conmigo".

C Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero; y él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo. El primer día de la fiesta de los panes ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos:

S "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?"

C Él les dijo a dos de ellos:

+"Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: 'El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?' Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena".

C Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, cenando, les dijo:

+"Yo les aseguro que uno de ustedes, uno que está comiendo conmigo, me va a entregar".

C Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:

S "¿Soy yo?".

C El respondió

+"Uno de los Doce; alguien que moja su pan en el mismo plato que yo. El Hijo del hombre va a morir, como está escrito: pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre! ¡Más le valiera no haber nacido!".

C Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo:
"Tomen: esto es mi cuerpo".

C Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo:

+"Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".

C Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos y Jesús les dijo:

+"Todos ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escrito: 'Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas'; pero cuando resucite, iré por delante de ustedes a Galilea".

C Pedro replicó:

S "Aunque todos se escandalicen, yo no". 

C Jesús le contestó:

+"Yo te aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres".


C Pero él insistía:

S "Aunque tenga que morir contigo, no te negaré". 

C Y los demás decían lo mismo.

Fueron luego a un huerto, llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:

+"Siéntense aquí mientras hago oración".

C Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan; empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:

+"Tengo el alma llena de una tristeza mortal. Quédense aquí, velando".

C Se adelantó un poco, se postró en tierra y pedía que, si era posible, se alejara de Él aquella hora. Decía:

+"Padre, tú lo puedes todo: aparta de mí este cáliz. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres".

C Volvió a donde estaban los discípulos, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:

+"Simón, ¿estás dormido? ¿No has podido velar ni una hora? Velen y oren, para que no caigan en la tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es débil".

C De nuevo se retiró y se puso a orar, repitiendo las mismas palabras. Volvió y otra vez los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño, por eso no sabían qué contestarle. Él les dijo:

+"Ya pueden dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está cerca el traidor".

C Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él, gente con espadas y palos, enviada por los sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:

S "Al que yo bese, ése es. Deténganlo y llévenselo bien sujeto".

C Llegó, se acercó y le dijo: 

S "Maestro".

C Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo apresaron. Pero uno de los presentes desenvainó la espada y de un golpe le cortó la oreja a un criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:

+"¿Salieron ustedes a apresarme con espadas y palos, como si se tratara de un bandido? Todos los días he estado entre ustedes, enseñando en el templo y no me han apresado. Pero así tenía que ser para que se cumplieran las Escrituras".

C Todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto nada más con una sábana y lo detuvieron; pero él soltó la sábana y se les escapó desnudo. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote y se reunieron todos los pontífices, los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos hasta el interior del patio del sumo sacerdote y se sentó con los criados, cerca de la lumbre, para calentarse. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban una acusación contra Jesús para condenarlo a muerte y no la encontraban. Pues, aunque, muchos presentaban falsas acusaciones contra Él, los testimonios no concordaban. Hubo unos que se pusieron de pie y dijeron:

S "Nosotros lo hemos oído decir:

`Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro, no edificado por hombres'.

C Pero ni aun en esto concordaba su testimonio. Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y le preguntó a Jesús:

S "¿No tienes nada que responder a todas esas acusaciones?".

C Pero Él no le respondió nada. El sumo sacerdote le volvió a preguntar:

S "¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?" 

C Jesús contestó:

+"Sí lo soy. Y un día verán cómo el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y cómo viene entre las nubes del cielo".

C El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras exclamando:

S "¿Qué falta hacen ya más testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?"

C Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:

S "Adivina quién fue",

C Y los criados también le daban de bofetadas. Mientras tanto, Pedro estaba abajo, en el patio.

Llegó una criada del sumo sacerdote, y al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y le dijo:

S "Tú también andabas con Jesús Nazareno".  

C Él lo negó, diciendo:

S "Ni sé ni entiendo lo que quieres decir".

C Salió afuera hacia el zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, se puso de nuevo a decir a los presentes:

S "Ése es uno de ellos".

C Pero él lo volvió a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro: 

S Claro que eres uno de ellos, pues eres galileo". 

C Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:

S "No conozco a ese hombre del que hablan".

C En seguida, cantó el gallo por segunda vez. Pedro se acordó entonces de las palabras que le había dicho Jesús: "Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres", y rompió a llorar.

Comienza la lectura breve

C Luego que amaneció, se reunieron los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el sanedrín en pleno, para deliberar. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato.

Éste le preguntó:

S "¿Eres tú el rey de los judíos?" 

C Él respondió:

+"Sí lo soy".

C Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:

S "¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan".

C Jesús ya no le contestó nada, de modo que Pilato estaba muy extrañado. Durante la fiesta de Pascua, Pilato solía soltarles al preso que ellos pidieran. Estaba entonces en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en un motín. Vino la gente y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les dijo:

S "¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?"

C Porque sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes
incitaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato les volvió a preguntar:

S "¿Y qué voy a hacer con el que llaman rey de los judíos?"

C Ellos gritaron: 

S "¡Crucifícalo!" 

C Pilato les dijo: 

S "Pues ¿qué mal ha hecho?"

C Ellos gritaron más fuerte:

S "¡Crucifícalo!"

C Pilato, queriendo dar gusto a la multitud, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio, al pretorio, y reunieron a todo el batallón. Lo vistieron con un manto de color púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a burlarse de Él, dirigiéndole este saludo:

S "¡Viva el rey de los judíos!".

C Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante Él. Terminadas las burlas, le quitaron aquel manto de color púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo. Entonces forzaron a cargar la cruz a un individuo que pasaba por ahí de regreso del campo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir "lugar de la Calavera"). Le ofrecieron vino con mirra, pero Él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echando suertes para ver qué le tocaba a cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: "El rey de los judíos". Crucificaron con Él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Fue contado entre los malhechores. Los que pasaban por ahí, lo injuriaban meneando la cabeza y gritándole:

S "¡Anda! Tú, que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo y baja de la cruz".

C Los sumos sacerdotes se burlaban también de Él y le decían: "Ha salvado a otros, pero a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos".

C Hasta los que estaban crucificados con Él también lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente:

+"Eloí, Eloí, ¿lama sabactaní?"

C (que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?) Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S "Miren, está llamando a Elías".

C Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo:

S "Vamos a ver si viene Elías a bajarlo".

C Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

(Aquí todos se arrodillan y guardan silencio por unos instantes)

C Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo:

S "De veras este hombre era Hijo de Dios".

Fin de la lectura breve

C Había también ahí unas mujeres que estaban mirando todo desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María (la madre de Santiago el menor y de José) y Salomé, que cuando Jesús estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y además de ellas, otras muchas que habían venido con Él a Jerusalén. Al anochecer, como era el día de la preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro distinguido del sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios. Se presentó con valor ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó que ya hubiera muerto, y llamando al oficial, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el oficial, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana, bajó el cadáver, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro excavado en una roca y tapó con una piedra la entrada del sepulcro.

María Magdalena y María, la madre de José, se fijaron en dónde lo ponían.

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.