lunes, 28 de marzo de 2011

EL PERDON

Con ocasiòn de la Cuaresma hagamos una reflexiòn acerca del perdòn en nuestras vidas a la luz de Cristo.



Cuando San Pedro le pregunta a Nuestro Señor: "Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?". Jesús le contestó: "No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete." Mt 18,21 ss. y a continuaciòn les dice la paràbola del "siervo cruel" que a pesar de haber sido perdonado de una gran deuda por su rey, no es capaz de perdonar la pequeña deuda de su compañero.




Esto nos ilustra para reflexionar en lo difìcil que es para nosotros los hombres el perdonar, decimos que perdonamos a nuestro pròjimo y en realidad sòlo  ocultamos en nuestro corazòn el agravio que nos hicieron para que a la menor provocaciòn lo sacamos como espada desenvainada contra el otro.



Que difìcil es perdonar de verdad, Nuestro Señor nos enseña en repetidas ocasiones que El nos perdona y olvida de verdad, de manera que cuando recibimos su perdòn en el Sacramento de la Reconciliaciòn borra literalmente n uestros pecados y jamàs se acuerda de ellos ni nos reprocha la ofensa que le hicimos a El y a nuestros hermanos. Como si el pecado no se hubiera realizado. Esa es la Misericordia de Nuestro Dios que de manera maravillosa nos ama y de tal forma que actua como el Padre Misericordioso del que nos habla la paràbola del " Hijo pròdigo", al llegar èste con su Padre quien lo va a encontrar cuando de lejos lo ve, no alcanza a completar la disculpa que llevaba preparada sino que el Padre lo abraza con ternura y manda que lo vistan de fiesta y se haga un gran banquete. Lc 15.



Esos son los autènticos sentimiento de Cristo de los que nos habla San Pablo ( Flp 2,5) y que debemos adquirir para poder perdonar de verdad a la manera de Dios, con su propio Corazòn.

Muchas veces decimos: "No puedo olvidar a quien me hizo daño y no lo puedo perdonar por màs que lo intento", o decimos " yo perdono pero no olvido" y ese perdòn se convierte en falsedad.



La ùnica manera de perdonar siempre y olvidar como Dios lo hace es perdonando con el Corazòn de Dios, pidièndole que cambie nuestro corazòn mezquino, incapaz del perdòn, por el suyo Misericordioso y enamorado de nosotrso sus creaturas al grado de perdonarnos en el mismo momento del suplicio en la Cruz:  " Padre perdònalos porque no saben lo que hacen" Lc 23,24




Y para que tengamos ese Corazòn de Cristo en lugar del Nuestro es necesario llenarnos de El, de su Palabra, de la Eucaristìa, de su Cuerpo y de su Sangre en la Comuniòn y de pasar largo tiempo de rodillas ante el Santìsimo Sacramento.




Es necesario tambièn doblegar nuestro orgullo movidos por el Espìritu Santo que nos hace dar frutos de Amor y perdòn. Y dejarnos santificar a su manera y no a la nuestra.


Es necesario aprender a aceptar a los demàs como son, pues no sabemos con certeza lo que tiene cada quièn en su corazòn, los problemas que traiga y la cruz que va cargando, lo que ha vivido desde su niñez y tantos factores que nos  llevan a muchos a cometer agravios contra los demàs.



Es necesario voltear a ver a nuestros Santos que nos dan ejemplo de paciencia, caridad y perdòn , especialmente los màrtires que se asemejan tanto a Cristo que dan la vida por El y los demàs perdonando a sus verdugos.


Y de manera especial a Nuestra Madre Santìsima que a pesar que le matamos a su amadìsimo Hijo Divino y lo seguimos ofendiendo, nos ha recibido como hijos y cuida de nosotros y de cada uno como si fueramos el ùnico hijo que tuviera.




En fin pidamos a Dios que nos ayude a perdonar para poder decir con sinceridad las palabras del Padre Nuestro: " Perdòna nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden"


P. Francisco

jueves, 24 de marzo de 2011

SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACION Y ENCARNACION DEL SEÑOR A MARIA SANTISIMA 25 DE MARZO

CON MOTIVO DE LA SOLEMINIDAD DE LA ANUNCIACION Y ENCARNACION DEL HIJO DE DIOS, LES PRESENTO LA HOMILÌA QUE DIO EL PAPA JUAN PABLO II CON OCASION DE ESA SOLEMNIDAD EL AÑO 2000 JUBILEO PRECISAMENTE DE LA ENCARNACION.





Celebración Eucarística - Solemnidad de la Anunciación del Señor

Juan Pablo II, Nazaret, Basílica de la Anunciación, Marzo 25, 2000

(traducción de ACI Digital)


"He Aquí la Sierva del Señor.

Hágase en mí según tu palabra " (Oración del Angelus).





Su Beatitud,

Hermanos Obispos,

Padre Custodio,

Queridos Hermanos y Hermanas,




1. 25 de Marzo del año 2000, la solemnidad de la Anunciación en el Año del Gran Jubileo: en este día, los ojos de toda la Iglesia se vuelven a Nazaret. He anhelado volver al pueblo de Jesús, para sentir nuevamente, en contacto con este lugar, la presencia de la mujer de quien San Agustín escribió : "Él escogió a la Madre que había creado; él creó a la madre que había escogido" (Sermo 69, 3, 4). Aquí es especialmente fácil comprender porqué todas las generaciones la llaman bienaventurada (cf. Lc 2:48).

Cálidamente saludo a Su Beatitud el Patriarca Michel Sabbah, y gracias por sus amables palabras de presentación. Con el Arzobispo Boutros Mouallem y todos ustedes — Obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, y miembros del laicado— me regocijo en la gracia de esta solemne celebración. Me alegro de tener la oportunidad de saludar al Ministro General franciscano, Padre Giacomo Bini, que me dio la bienvenida a mi llegada, y de expresar al Custos, Padre Giovanni Battistelli, y los frailes de la Custodia, la admiración de toda la Iglesia por la devoción con la que practican su particular vocación. Con gratitud rindo tributo a vuestra fidelidad al cargo dado a vosotros por el mismo San Francisco y confirmado por los Papas a lo largo de la historia.




2. Estamos reunidos para celebrar el gran misterio ocurrido aquí dos mil años atrás. El Evangelista Lucas sitúa el evento claramente en el tiempo y el lugar: "Al sexto mes, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a la ciudad de Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José… El nombre de la virgen era María" (1:26-27). Pero con el objeto de comprender qué aconteció en Nazaret hace dos mil años, debemos volver a la lectura de la Carta a los Hebreos. Ese texto nos permite escuchar la conversación entre el Padre y el Hijo respecto del propósito de Dios por toda la eternidad "Tú que no quisiste sacrificios ni ofrendas, me has preparado un cuerpo. No te agradaban ni holocaustos ni sacrificios por los pecados. Entonces yo dije…‘Dios, ¡Aquí estoy! He venido para cumplir tu voluntad’" (10:5-7). La Carta a los Hebreos nos está diciendo que, en obediencia a la voluntad del Padre, la Palabra Eterna viene entre nosotros a ofrecer el sacrificio que sobrepasa todo sacrificio ofrecidos bajo la antigua Alianza. El suyo es el eterno y perfecto sacrificio que redime el mundo.



El divino plan es revelado gradualmente en el Antiguo Testamento, particularmente en las palabras del Profeta Isaías a quien acabamos de escuchar: "El Señor mismo te dará una señal . Y es ésta: la virgen concebirá a un niño a quien llamara Emanuel" (7:14). Emanuel - Dios con nosotros. En estas palabras, el inigualable evento que tendría lugar en Nazaret en la plenitud del tiempo es profetizado, y es este evento el que estamos celebrando aquí con intensa alegría y felicidad.

3. nuestra peregrinación jubilar ha sido una jornada del espíritu, que comenzó en las huellas de Abraham, "nuestro padre en la fe" (Canon Romano; cf. Rom 4:11-12). Esa jornada nos ha traído hoy a Nazaret, donde nos encontramos con María, la más auténtica hija de Abraham. Es María por sobre todos los demás quien puede enseñarnos lo que significa vivir la fe de "nuestro padre". En muchos sentidos, María es claramente diferente de Abraham; pero de forma más profunda "el amigo de Dios" (cf. Is 41:8) y la joven mujer de Nazaret son muy parecidos.



Ambos reciben una maravillosa promesa de Dios. Abraham sería padre de un hijo, de quien descendería una gran nación. María es será la Madre de un Hijo que será el Mesías, el Ungido. "¡Escucha!", dice Gabriel, "Darás a luz un hijo…El Señor Dios le dará el trono de David su padre…y su reino no tendrá fin" (Lc 1:31-33).

Para Abraham como para María, la promesa divina se presenta como algo completamente inesperado. Dios interrumpe el curso diario de sus vidas, cambiando sus ritmos establecidos y expectativas convencionales. Para Abraham y María, la promesa parece imposible. La esposa de Abraham, Sara, era estéril y María no se había casado todavía: "¿Cómo será esto", ella pregunta, "si no conozco varón?" (Lc 1:34).



4. Como Abraham, a María se le pide decir sí a algo que nunca antes había ocurrido. Sara es la primera en la lista de las mujeres estériles de la Biblia que concibe por el poder de Dios, así como Isabel sería la última. Gabriel habla de Isabel para asegurar a María: "Conoce esto también: tu prima Isabel, a su edad avanzada, ha concebido un hijo". (Lc 1:36).




Como Abraham, María debe caminar a través de una oscuridad, en la que sólo deberá confiar en Quien la llamó. Aún su pregunta, "¿Cómo será esto?", sugiere que María está lista para decir sí, a pesar de sus temores e incertidumbres. María no pregunta si la promesa será posible, sino sólo cómo será cumplida. No sorprende, además, cuando finalmente pronuncia su fiat: "He aquí la sierva del Señor. Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1:38). Con estas palabras, María se muestra como la auténtica hija de Abraham, y se convierte en la Madre de Cristo y la Madre de todos los creyentes.





5. Para penetrar más profundamente en este misterio, miremos el momento de la peregrinación de Abraham cuando recibió la promesa. Fue cuando acogió en su casa a tres misteriosos invitados (cf. Gen 18:1-15), y les ofreció la adoración debida a Dios: tres vidit et unum adoravit. Ese misterioso encuentro preanuncia la Anunciación, cuando María es poderosamente atraída a la comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. A través del fiat que María pronunció en Nazaret, la Encarnación se convirtió en la gozosa plenificación del encuentro de Abraham con Dios. Por tanto, siguiendo las huellas de Abraham, hemos llegado a Nazaret a cantar las alabanzas de la mujer "por quien la luz se elevó sobre la tierra " (Himno Ave Regina Caelorum).



6. Pero también hemos venido a pedir con ella. ¿Qué es lo que nosotros, peregrinos en nuestra marcha dentro del Tercer Milenio Cristiano, podemos pedir a la Madre de Dios? Aquí en el Pueblo que el Papa Paulo VI, cuando visitó Nazaret, llamó "la escuela de Evangelio", donde "aprendemos a mirar y escuchar, a sopesar y penetrar el sentido profundo y misterioso de la tan simple, tan humilde y tan hermosa aparición del Hijo de Dios" (Discurso en Nazaret, 5 de enero de 1964), Rezo, primero, por una gran renovación de la fe en todos los hijos de la Iglesia. Una gran renovación de la fe: no sólo como una actitud general de vida, sino como una consciente y valiente profesión del Credo: "Et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine, et homo factus est."




En Nazaret, donde Jesús "creció en sabiduría y edad y gracia ante Dios y los hombres" (Lc 2:52), le pido a la Sagrada Familia que inspire a todos los cristianos a defender la familia contra tantas amenazas presentes a su naturaleza, su estabilidad y su misión. A la Sagrada Familia confío los esfuerzos de los cristianos y de todas las personas de buena voluntad de para defender la vida y promover el respeto por la dignidad de cada ser humano.

A María, la Theotókos, la gran Madre de Dios, consagro las familias de Tierra Santa, las familias del mundo.




En Nazaret donde Jesús inició su ministerio público, le pido a María que ayude a la Iglesia en todo lugar a predicar la "buena nueva" a los pobres, como él hizo(cf. Lc 4:18). En este "año de favores del Señor ", le pido a ella que nos enseñe el camino de una humilde y alegre obediencia al Evangelio en servicio a nuestros hermanos y hermanas, sin preferencias ni prejuicios.

"O Madre del Verbo Encarnado, no desprecies mis súplicas, antes bien acógelas benignamente y respóndeme. Amén"

Fuente Aciprensa.



lunes, 21 de marzo de 2011

LECTURAS DEL 3er DOMINGO DE CUARESMA CICLO A 27 DE MARZO DE 2011

Primera Lectura




Lectura del libro del Exodo (17, 3-7)

En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, fue a protestar contra Moisés, diciéndole: “¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?” Moisés clamó al Señor y le dijo: “¿Qué puedo hacer con este pueblo? Sólo falta que me apedreen”. Respondió el Señor a Moisés: “Preséntate al pueblo, llevando contigo a algunos de los ancianos de Israel, toma en tu mano el cayado con que golpeaste el Nilo y vete. Yo estaré ante ti, sobre la peña, en Horeb. Golpea la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo”.

Así lo hizo Moisés a la vista de los ancianos de Israel y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la rebelión de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo:

“¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?”

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.


Salmo Responsorial

Salmo 94




Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva. Acerquémonos a él, llenos de júbilo, y démosle gracias.

Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Vengan, y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo, pues él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo; él es nuestro pastor y nosotros, sus ovejas.

Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Hagámosle caso al Señor, que nos dice: “No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque habían visto mis obras”.

Señor, que no seamos sordos a tu voz.



Segunda Lectura




Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (5, 1-2. 5-8)
Hermanos: Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la gracia, en la cual nos encontramos; por él, podemos gloriarnos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios.

La esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado. En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado.

Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.


Aclamación antes del Evangelio



Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Señor, tú eres el Salvador del mundo. Dame de tu agua viva para que no vuelva a tener sed.

Honor y gloria a ti, Señor Jesús.


Evangelio




† Lectura del santo Evangelio según san Juan (4, 5-42)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía. Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber”. (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestó: “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”(Porque los judíos no tratan a los samaritanos).

Jesús le dijo:

“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”.

La mujer le respondió: “Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?”




Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”.

La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla”. El le dijo: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”. La mujer le contestó: “No tengo marido”. Jesús le dijo: “Tienes razón en decir: ‘No tengo marido’. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”.

La mujer le dijo: “Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén”. Jesús le dijo: “Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos.

Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”.

La mujer le dijo: “Ya sé que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, él nos dará razón de todo”. Jesús le dijo: “Soy yo, el que habla contigo”.



En esto llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: ‘¿Qué le preguntas o de qué hablas con ella?’ Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Mesías?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde él estaba.

Mientras tanto, sus discípulos le insistían: “Maestro, come”. El les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen”. Los discípulos comentaban entre sí: “¿Le habrá traído alguien de comer?”



Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la siega? Pues bien, yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el sembrador y el segador. Aquí se cumple el dicho: ‘Uno es el que siembra y otro el que cosecha’. Yo los envié a cosechar lo que no habían trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto”.

Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en él al oír su palabra.

Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es, de veras, el salvador del mundo”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.



domingo, 13 de marzo de 2011

LECTURAS DEL 2o DOMINGO DE CUARESMA CICLO A 20 DE MARZO DE 2011






PRIMERA LECTURA




Vocación de Abraham, padre de] pueblo de Dios

Lectura del libro del Génesis 12, 1-4a

En aquellos días, el Señor dijo a Abrahám:
-«Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré.
Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.»
Abraham marchó, como le había dicho el Señor.

Palabra de Dios.

Te alabamos Señor.  


Salmo responsorial

Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22 (R.: 22)



R. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R.

Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R.


SEGUNDA LECTURA



Dios nos llama y nos ilumina


Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 8b-10

Querido hermano:

Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios.
Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio.

Palabra de Dios.

Te alabamos Señor.

Aclamación antes del Evangelio.




Honor y Gloria a ti Señor Jesús. 

En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre: «Éste es mi Hijo, el amado; escuchadlo.»

Honor y Gloria a ti Señor Jesús. 

EVANGELIO



Su rostro resplandecía como el sol

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 17, 1-9


En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
-«Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
-«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: -«Levantaos, no temáis.»
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Palabra del Señor

Gloria a ti Señor Jesús.