viernes, 1 de abril de 2011

CUARTO DOMINGO DE CUARESMA CICLO A

REFLEXION:


EL CIEGO DE NACIMIENTO 




Faltan sólo tres semanas para la gran fiesta de la Pascua, y la Iglesia, que hace penitencia, ayuno y obras de misericordia, en este cuarto domingo de Cuaresma liturgicamente nos presenta una celebraciòn Eucarìstica menos sobria.

Nos acercamos a nuestra fiesta mas grande la fiesta de la Pascua del Señor. El evangelio de hoy está lleno de enseñanzas y nos habla del ciego de nacimiento. 


Al principio de la Iglesia, este evangelio se leía como catequesis que se hacía para prepara a los catecumenos, y es  un tiempo de preparaciòn para recibir el bautismo. Es una catequesis bautismal.

Vemos a Jesús haciendo barro con su saliva y poniendolo en  los ojos de aquel hombre que era ciego de nacimiento y le dice: " vé a lavarte a la piscina de Siloé" (que significa “Enviado”). El ciego fue, se lavó y, cuando regresó, ya veía (Jn 9,7)



En este caso, Jesús no pide fe, para curar a esta persona, sino que es su bondad; los discípulos le preguntan: Maestro, ¿por qué nació ciego este hombre? ¿Fue por un pecado suyo o de sus padres? (Jn 9,2). La respuesta de Jesús es evidente: La causa de su ceguera no ha sido ni un pecado suyo ni de sus padres. Nació así para que el poder de Dios pueda manifestarse en él (Jn 9,3).




Las enfermedades no son siempre consecuencias del pecado; algunas veces, sí. ¿Quién puede afirmar que el sida, por ejemplo, no es, alguna vez, consecuencia del pecado? Todos conocemos la historia de Job, cargado de llagas y enfermedades, y la palabra de Dios nos dice que, en la tierra, no había nadie como él, entregado y recto, temeroso de Dios y apartado del mal (Job 1,8).




La mayoría de nosotros hemos recibido las aguas bautismales cuando éramos pequeños y no aportamos nada, sólo nuestra debilidad de niños pequeños. Todo lo puso Dios; todo fue gracia suya.

Y, desde entonces, a medida que fuimos creciendo, hemos adelantado en el camino de la vida; aquella luz que nos iluminó se ha ido haciendo cada vez mayor y se ha convertido en una luz capaz de hacernos descubrir el camino de Jesucristo, de hacernos amar el Evangelio, de enseñarnos a vivir como cristianos y poner nuestra confianza en el amor de Dios.


Pero no todos los bautizados reaccionan del mismo modo, como no reaccionaron del mismo modo, los judíos que vieron el milagro de la curación del ciego de nacimiento.

En este Evangelio descubrimos tambièn tres actitudes en los personajes: la farisaica, la de los papàs del ciego y la del propio ciego.




Los fariseos,  cierran los ojos y no aceptan de ninguna de las maneras, a Jesús. No sólo no lo aceptan, sino que lo ven como a un gran pecador, porque ha hecho una obra de misericordia en sábado. Es el pecado contra el Espíritu Santo. Cerrar los ojos para no ver la luz. Jesús dijo: Os digo que si no sois mejores que los maestros de la ley y los fariseos, no entraréis en el reino de los cielos (Mt 5,20).





Los papas del ciego, que al preguntarles si su hijo había nacido ciego y como era que ahora veía, contestaron con algo de picardía: Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve no lo sabemos, ni sabemos quien le ha dado la vista. Preguntádselo a él; tiene edad suficiente para responder por sí mismo (Jn 9,20-21). Dicen que él ya es mayor de edad, que se lo pregunten a él, porque tenían miedo a los judíos y no se querían comprometer. También nosotros, en nuestra vida, a veces no nos queremos comprometer y disimulamos, y actuamos con cobardìa desde el punto de vista de la fe.




La reacción del ciego que, poco a poco pasa, de no saber quién era Jesús, a adorarlo. El ciego es dócil a la palabra del Señor. Hace lo que Jesús le dice. Va a la piscina y se lava, reconoce que Jesús es un profeta y que Dios no escucha a los pecadores, es testigo de la verdad, y en cierto sentido, es torturado, puesto que fue excluido de la sinagoga. Jesús lo ha curado corporalmente y espiritualmente. Ahora es un hombre que ve y que cree.

También, entre las personas del mundo y de nuestros cristianos, encontramos algunas que no han creído nunca o que han renegado de Jesús. Han perdido la fe y querrían que Jesús desapareciera. ¿Cuánta persecución religiosa existe actualmente para quitar a Jesucristo? Pero Jesús siempre triunfa. Nosotros somos testigos del triunfo del Cristo en las muchas persecuciones que ha tenido lo Iglesia. Y en esta tambien lo harà.




Algunos cristianos, como los padres del ciego, no quieren comprometerse y viven un cristianismo light. Admiran a Jesucristo y su mensaje, pero no están dispuestos a comprometerse.

El pecado no existe para ellos y ya no hablemos de ir a comulgar y confesarse. Ahora que se acerca la Semana santa, para muchos serán días libres, de vacaciones y no se acordarán de la pasión, muerte y resurrección del Señor.



Pero hay un gran grupo, que ama de verdad a Jesucristo, de estos hemos de ser nosotros, que, como el ciego, confesemos nuestra fe en Jesucristo, amarlo y adorarlo en nuestros hermanos, ya que murió por nuestros pecados; resucitaremos con Él en el gran día de la Pascua.



Una de las misiones de Jesús es iluminar y dar la vista a los ciegos. Que no seamos ciegos al Amor que nos ha manifestado el Padre en Jesucristo y que no seamos ciegos o nos hagamos ciegos por miedo al que diràn o por quedar bien con los que piensan que eliminar a Dios de nuestras vidas es lo correcto, que quitar los crucifijos pùblicos nos dignifica y los que creen que la tolerancia es la permisividad de lo que daña a las familias.




Nuestra oraciòn de hoy deben ser las palabras del ciego de Jericó: Señor, que vea (Lc 18, 41-42) Que Jesùs nos diga: "recobren la vista" porque su fe es grande.




Y recordemos que no hay peor ciego que el que no quiere ver.



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